Pocas personas del medio periodístico pueden
ufanarse de haber conocido y tratado tanto y tan profundamente como yo
a uno de los grandes de la pintura en México. Yo tuve el privilegio de entrevistar no una, sino ocho, diez, quince, muchas veces al excelente pintor cuya sencillez contrastaba con su genialidad. Gratos son los recuerdos que atesoro de los momentos que frente a sus nuevas obras, el maestro desgranaba sus sutilezas poéticas y sus observaciones siempre sabias acerca de una obra suya. Dueño de un gran ingenio y de una sobrada inteligencia, Aguilera se paseaba por las calles llevando siempre una revista doblada en sus manos para cubrirse del sol. La vocación artística del Maestro Aguilera le duró toda la vida. Fue un elixir que no pudo dejar de beber para hallar satisfacción y ser feliz. Luis Alfonso Méndez Lara Salvador Almaraz Sus grandes acontecimientos fueron los cuadros que pintó y su gran logro, ver su vocación cumplida. Autodidacta, llegó a convertirse en maestro de su oficio con corazón de poeta y fantasía de original artista. En algunas de sus obras principales el arrobamiento místico raya en lo sensual, como en Eclipsamiento© (1962) en donde una mujer con medio velo en el rostro y con corona de blancas flores de casahuate, aparece sumida en éxtasis en medio del trajín de la vida cotidiana. De la misma manera otras figuras simbólicas de hombres y mujeres, ángeles y niños, santos y pecadores, oscilan entre lo terrenal y lo celestial, lo real y lo fantástico, como si la religiosidad del pintor estuviera hecha de vida cotidiana y su vida cotidiana fuera absorbida por la fe y la fantasía. José Dolores Aguilera plasma con entera naturalidad
y con detalles realistas muy exactos, lo sobreterrenal. Pintó murales
en distintas iglesias del Bajío y otros lugares que son testigos
de un arte que despoja al milagro de lo antinatural y al éxtasis
de lo morboso, ya que bajo la mano talentosa de Aguilera, las visiones,
los arrobos y las quimeras se convierten en algo universalmente humano.
Esto se advierte en obras maestras como Congreso Eucarístico©
(1940), A través de ocho décadas de trabajo, si se considera que Aguilera empezó a dibujar de niño, cambian los tamaños de sus cuadros, florece su organización de elementos plásticos, enriquece su color y hasta su escritura artística se va transformando en el correr del tiempo, evolución que revela a un pintor de fuerte expresividad que impone al espectador una situación psíquica sobrenatural y fantástica para que éste la resuelva hasta donde se lo permita su capacidad imaginativa y emocional. El gran éxito de Aguilera se debe tanto a su talento para plasmar formas simbólicas como a la sensibilidad del público que las entiende y las interpreta.
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